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Cultura

LA VIRGEN DEL ROSARIO EN YAUCA EN LOS DOCUMENTOS

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Por Mg. Genaro Chanco Mendoza

Este año se van a cumplir 324 años desde aquel 3 de octubre de 1701 en que la Virgen del Rosario de Yauca se manifestó como signo de protección y esperanza para el pueblo iqueño. Más de tres siglos han pasado y la devoción se mantiene viva, alimentando la fe de generaciones que, de padres a hijos, se han transmitido con el compromiso de sostener una identidad cultural y espiritual profundamente enraizada en la región. Justamente por ese valor, es imprescindible enseñar la verdad a los estudiantes iqueños, distinguir con honestidad lo documentado de los inventos sin sustento y evitar que relatos apócrifos o falsedades sustituyan los hechos históricos reales.

  1. EL ACTA DE LA APARICIÓN

En conformidad con las investigaciones del presbítero Pantaleón Alberto Rossel Castro, el acta de hallazgo y certificación de la aparición de la imagen de la Virgen Santísima del Rosario, se encontró transcrita en castellano antiguo y reproducida en el Boletín Diocesano de Ica, Año II, N° 6, págs. 25-26, que reproducimos a continuación:

“Que certificamos en la manera siguiente y a lugar en derecho a biendo salido Dn. Nicolás Ortega Como a eso de las ocho del día poco homas homenos de su Casa haber sus peones que estaban trabajando en la asequia pasando por junto de una mata de CALATO alsó la bista y bido hunreflejo halfrente luego tiré parállá y me encontré con la Virgen Santísima del Rosario y Luego llamé ami esposa en este estilo FILA ben pacá habiéndole llagado Da. Feliciana le cigo D. Nicolás teneis una imagen de Nuestra Señora del Rosario y luego se hincó de rodillas y ganó la gracia y laiba levantar y no pudo y dícele Dn. Nicolasnillo la epodido levantar mandemos llamar a Dn. Diego Gutierrez luego que llegó le contamos del sucedido y dice don Diego mandamos llamar a Dn. Francisco Córdova, para que se enterase de esto tan luego que llegó se lo comunicó y fueron a gana las gracias y alibantarla y no la pudieron levantar …… y digieron esta es permisíon de Dios pues hay mismo le formamos su capilla mientras le aremos de unos guareles para rezarle el rosario esto a sucedido hoy 3 de Octubre de mil setecientos uno que emos hallado la Virgen Santísima del Rosario el que puso

donde se para los sacerdotes a decir misa queda la lebantó el que puso el retablo y lodoró que fué cuando esbimos en la mitad del trabajo de la iglesia se apareció un cabayero llamándose Dn. Calestro emos comunicado el suceso conversación de dicho el tal caballero acabenle la Capilla q. yo costearé el retablo luego que lo acomodó todo el regreso y lo diciendoles q. y ba a tener sus clores para dorar el retablo a los cuatro días bolvió con su señora madre Da. Mercelina Miranda y bareto y se puso a dorar y cuando acabó dorár el retablo se hincó de rodías y sueslacolocarla en su nicho — y la levantó con una facilidad q. quedaron admirados”.

—Dn. Nicolás Ortega — Dn. Diego Gutierrez — Dn. Frascisco Córdova

—Dn. Calixto Muños Moreno.

Aunque el boletín señalaba que el original estaba en manos del Presidente Honorario de la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario de Yauca, don Daniel Delgado, en la actualidad no se dispone de dicho documento ni se conoce quién lo conserva.

  1. CONTEXTO TEMPORAL Y ESPACIAL

Fecha del suceso: Lunes 03 de octubre de 1701.

Lugar: Paraje de Yauca, corregimiento de Ica, Virreinato del Perú.

Contexto: Época colonial, bajo jurisdicción eclesiástica de la Parroquia de la Purísima Concepción de Anan Ika (posteriormente incorporada a la parroquia de Pueblo Nuevo). Cuando la encuentran en la pampa, la Patrona de Ica, era Nuestra Señora de los Remedios, tal como lo declara el Padre Cristóbal Rodríguez Álvarez en mayo de 1664.

  1. PROTAGONISTAS Y TESTIGOS

Descubridor: Don Nicolás Ortega, quien avistó el reflejo luminoso que lo condujo a la imagen.

Testigos iniciales: Doña Feliciana (esposa de Ortega), Don Nicolasnillo (posiblemente familiar cercano).

Otros convocados: Don Diego Gutiérrez y Don Francisco Córdova, vecinos de la zona; Don Calixto Muños Moreno y el caballero Don Calestro, quien posteriormente costeó el retablo y promovió la decoración de la capilla. Cabe la posibilidad que sea la misma persona.

  1. NARRATIVA DEL SUCESO

A primeras horas de la mañana, Don Nicolás Ortega observa un destello (“hunreflejo halfrente”) al pasar por la acequia, junto a una mata de calato (arbusto local). Se aproxima y descubre una pequeña imagen de la Virgen del Rosario. Llama a su esposa y a vecinos; intentan levantar la imagen, pero no logran moverla, interpretándolo como señal divina.  Deciden en el mismo lugar erigir una capilla provisional (“guareles”) para rezar el rosario. Más tarde se promueve la construcción de un retablo; durante las obras aparece un caballero (Dn. Calestro) quien se compromete a costear el retablo y proveer el oro para dorarlo. Al culminar el trabajo, Doña Mercelina Miranda participa en el acto de adoración. Finalmente, la imagen es colocada en su nicho con notable facilidad, lo que es considerado un signo milagroso.

  1. SIGNIFICADO RELIGIOSO

Aquel encuentro fue entendido, con el paso de las generaciones, como un signo celestial inequívoco: una señal que no solo indicó el punto exacto donde debía erigirse la capilla, sino que también fijó un rumbo espiritual para la comunidad. No fue un hallazgo cualquiera; en la memoria de los mayores se repite que allí, en ese sitio preciso, la gente sintió que algo los llamaba a reunirse, a organizarse, a cuidar un espacio que desde entonces sería casa y refugio. La imagen de la Virgen Santísima del Rosario de Yauca, patrona y protectora se convirtió en eje de la vida simbólica: alrededor de ella se formó la cofradía, se ordenaron los oficios, se convocó a mayordomos y promesantes, y se delineó el calendario íntimo del pueblo.

FUENTES HISTÓRICAS CONSULTADAS

Odriozola, M. (1863). Terremotos. Colección de las relaciones de los más notables que ha sufrido esta capital y que la han arruinado. Tipografía de Aurelio Alfaro.

Rossel, A. (1954). Caciques y templos de Ica. Talleres de la Penitenciaría de Lima.

Vargas Ugarte, R. (1947). Historia del culto de María en Iberoamérica y de sus imágenes y santuarios más celebrados (2a ed.). Editorial Huarpes.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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LA ENTREGA DE LA NUEVA IMAGEN DEL CRISTO CRUCIFICADO DE LUREN

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Por Mg. Genaro Chanco Mendoza

En las primeras luces del amanecer del 23 de junio de 1918, el silencio de la ciudad de Ica se quebró con el eco trágico de las campanas que, entre humo y desconsuelo, anunciaban la desgracia. Un incendio, cuyas causas jamás se esclarecieron del todo, devoró las entrañas de la Iglesia del Señor de Luren, consumiendo su estructura sagrada y reduciendo a carbón la venerada Imagen del Cristo Moreno, corazón espiritual de todo un pueblo.

Las llamas no solo calcinaron madera y yeso; abrasaron también la fe visible de una comunidad que, esa noche, permaneció en vela frente a las ruinas, llorando sin consuelo ante el cuerpo ennegrecido de su Señor. Nadie sabía qué decir ni cómo actuar. Los rezos se confundían con los sollozos, y el humo aún tibio se elevaba como incienso de una devoción herida.

Al despuntar el día siguiente, 24 de junio, un grupo de vecinos encabezado por don Alberto Cierra Alta Herrera acudió conmovido ante el padre Antonio Meléndez Méndez, rogándole que celebrara una misa que diera voz al dolor colectivo. Aquella ceremonia, más que un rito, fue un abrazo espiritual que intentó devolver esperanza a un pueblo devastado.

El cuerpo carbonizado del Cristo fue depositado con ternura en una urna especialmente mandada a confeccionar por don Carlos Ramón Moyano Flores. La cubrieron con un velo delicado, casi transparente, como si pretendieran ocultar la herida de la fe. Luego, entre cantos quebrados y lágrimas encendidas, la urna fue llevada en procesión hasta la Plaza de Armas de Ica, donde la multitud aguardaba en silencio reverente. Durante una semana entera, la Sagrada Imagen permaneció velada entre los restos de su antiguo templo, símbolo vivo de la resiliencia de un pueblo que, incluso en la tragedia, no renunció a su fe.

Según relata Julia Mendoza Chacaltana en su estudio “Historia de la construcción del templo del Señor de Luren”, ese mismo 24 de junio de 1918 se convocó una Asamblea Pública en el Teatro Piccone, donde confluyeron autoridades, vecinos ilustres y el pueblo entero. De aquella reunión nació el Comité Pro Luren, presidido por el propio Carlos Ramón Moyano Flores, a quien se encomendó la misión de reunir fondos y dirigir los trabajos de reconstrucción del santuario.

COMITÉ PRO LUREN

El liderazgo visionario del señor Carlos Ramón Moyano Flores marcó un antes y un después en la historia espiritual y material de Ica. Comerciante y agricultor de espíritu emprendedor, nació en Ica el año 1881, hijo de don Cornelio Moyano y doña Adelaida Flores, heredando de ambos la nobleza de carácter y la vocación de servicio. Realizó sus primeros estudios en el histórico Colegio Nacional San Luis Gonzaga. En 1899 ingresó a la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad de Lima, donde cursó el primer año, pero el llamado de su tierra natal lo condujo de regreso a Ica, donde en 1903 decidió consagrarse de lleno al comercio, impulsado por una energía inagotable y un ferviente deseo de contribuir al adelanto de su ciudad.

Su espíritu pionero se hizo evidente en cada una de sus acciones. En 1905, introdujo el primer automóvil que surcó las calles iqueñas, símbolo tangible del progreso que él anhelaba para su pueblo. Dos años más tarde, en 1907, estableció el servicio público de automóviles, cuando ni siquiera la capital del país contaba aún con uno semejante. Casado con doña Lastenia Valverde, compañera discreta y fiel, Moyano Flores encarnó la unión entre el progreso humano y la fe profunda de su tierra.

A partir de 1911, orientó sus esfuerzos hacia la agricultura, primero en el fundo Yaucay y luego en Tajahuana, propiedad suya, donde consolidó su reputación como uno de los principales algodoneros de Ica. Su compromiso con el servicio público fue igualmente ejemplar. En 1915, asumió la Dirección de Beneficencia, donde promovió obras de ayuda y desarrollo social. Un año después, en 1916, fue elegido Alcalde Municipal de Ica, destacando por su rectitud y su capacidad de gestión. Además, desempeñó el cargo de Vicepresidente de la Cámara de Comercio. Sin embargo, su nombre quedó inscrito con letras imborrables en la memoria iqueña por una obra que trascendió lo material: la reconstrucción del histórico templo del Señor de Luren, consumido por las llamas en 1918. A sus esfuerzos, a su tenacidad y a su liderazgo sereno pero firme, se debió en gran parte el renacimiento del santuario y la recuperación de la fe colectiva. Bajo su dirección, el Comité Pro Luren no solo edificó paredes y estructuras, sino que reavivó el espíritu devoción.

LA SOCIEDAD DE DIECISEIS AMIGOS

El 14 de julio de 1918, se formó la célebre “Sociedad de Dieciséis Amigos”, presidida por don Alberto Cierra Alta Herrera, destinada a restaurar la Imagen del Cristo. Aquella hermandad fraterna, nacida del dolor compartido, fue la semilla de lo que hoy conocemos como la Hermandad del Señor de Luren de Ica.

El proceso de restauración se inició en el taller del propio Cierra Alta, en la calle Lima. Allí, con manos temblorosas y devoción profunda, se retiró cuidadosamente el carbón adherido al cuerpo sagrado. Luego la imagen pasó al taller del maestro Jesús Silva, bajo la dirección artística de Francisco Caso, quienes junto a Cierra Alta trabajaron con amor casi místico para devolverle su forma al Cristo amado. La cruz, destruida por el fuego, fue rediseñada y confeccionada por Julio Ormeño Herrera, hermano de Alberto, en el mismo taller, bajo un ambiente de recogimiento y fe.

ENTREGA DE LA NUEVA IMAGEN SEGÚN LOS DOCUMENTOS

La sesión del 2 de octubre de 1918 de la Sociedad 16 Amigos, (folio 67-68) presidida por don Alberto Cierra Alta, trató principalmente sobre la entrega oficial de la nueva Imagen del Señor de Luren al Comité Central.

En el acta se refleja la preocupación del grupo por acelerar el proceso y cumplir con el pueblo de Ica, que aguardaba con expectación el retorno de su Cristo restaurado. Sin embargo, también se deja entrever un problema de retraso, originado porque la imagen aún no estaba completamente terminada, ya que faltaban detalles como las cantoneras y la corona.

Dice el documento “…hacer la entrega de la Ymagen del Sr. de Luren al Comité [presidido por Carlos Moyano] lo más pronto posible para evitar así que cundiese cierta mala atmósfera que se había levantado al respecto…”, frase que resume la tensión existente y la preocupación por mantener el prestigio de la Sociedad. El señor Zacarías Farfán, miembro de la sociedad, manifestó su parecer de que la entrega debía realizarse el jueves 10 del presente mes, con el fin de disponer de algunos días adicionales que permitieran culminar completamente la obra antes de presentarla oficialmente.

Finalmente, los miembros acordaron enviar un oficio al Comité para fijar el día y la hora de la entrega, mostrando con ello su voluntad de transparencia y su deseo de disipar toda duda sobre la buena fe de quienes trabajaron en la restauración.

En la sesión del 10 de octubre de 1918, la Sociedad de Dieciséis Amigos, bajo la presidencia de don Alberto Cierra Alta, (folio 68-69) dejó constancia del reconocimiento formal al maestro Francisco Caso, director de la restauración de la Imagen del Señor de Luren, quien entregó oficialmente la obra al Comité Central mediante documento. En el acta se destaca expresamente que “en primer lugar la obra le pertenecía al señor Francisco, primero por ser director de la obra y a quien por sus conocimientos artísticos se debía el buen resultado de la obra, y en segundo lugar por su noble y desinteresada actitud tenía comprometida la sociedad con su eterna gratitud”.

Se acordó también aclarar públicamente las diferencias sobre la participación de otros colaboradores, señalando que “trabajos que había hecho Silva en la obra el señor Caso los había tenido que deshacer por estar defectuosos”, y concluyendo que el manifiesto debía reconocer “la igual participación que habían tenido los señores Silva y Cierra Alta”, con el fin de preservar la armonía y la justicia en el reconocimiento colectivo de la restauración. Hoy queda la foto que fue enviada por Héctor Arguelles a Clemente Palma, para ser publicada en la Revista Variedades N° 553.

FUENTES HISTÓRICAS CONSULTADAS

Mendoza, J. (1995). Historia de la construcción del templo del Señor de Luren. Exituno S.A. Lima.

Paz-Soldan, J. P. (1921). Diccionario biográfico de peruanos contemporáneos (Edición de 1921). Librería e Imprenta Gil.

Palma, C.  (1918). Variedades: Revista semanal ilustrada, Año XIV, N.º 553. Casa Editora M. Moral. Lima, Perú.

Palma, C. (1918, 9 de noviembre). Variedades: Revista semanal ilustrada, Año XIV, N.º 558. Casa Editora M. Moral. Lima, Perú.

Sociedad de los dieciséis amigos (1918). Libros de Actas. Ica.

 

 

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Cultura

CARAPULCA: SU ORIGEN EN BASE A LOS DOCUMENTOS.

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Por Mg. Genaro Chanco Mendoza.
Se encendió una polémica innecesaria, haciéndonos pelear entre compatriotas, sobre la CARAPULCA que es un tema ampliamente estudiado y no merece discusiones. Iniciar una disputa sin mayor sustento es sacar a relucir que somos IGNORANTES de un plato tradicional de amplio consumo por siglos, pese a la abundante evidencia histórica que lo respalda.
EL CRONISTA BERNABÉ COBO EL PRIMERO EN MENCIONARLA (siglo XVII)
El padre jesuita Bernabé Cobo en su obra «Historia del Nuevo Mundo», cuyo prólogo está fechado en julio de 1653, cuenta que los pobladores andinos hacían un guiso usando piedras calientes: metían guijas lisas del río dentro del vientre del cuy (ya limpio) junto con ají y lo cocinaban. Él oyó el nombre “CALAPURCA” y lo explicó como si en aimara significara “piedras del vientre”.
Hoy, los lingüistas como Cerrón Palomino, aclaran que esa traducción de Cobo fue una confusión: el nombre viene de qala (“piedra”) + phurk’a (“asar/tostar en brasas”), o sea, “guiso hecho con piedra caliente”. La idea clave para el mejor entender, es que se refiere un guiso espeso que se calienta con piedras al rojo vivo. La explicación otorgada por el sacerdote español, marca diferencias entre los ingredientes primigenios con los usados en la actualidad.
EL VIAJERO STEVENSON NARRA LA COMIDA QUE SE PREPARABA EN LIMA AL INICIAR LA REPÚBLICA.
Casi dos siglos después, el viajero William Bennet Stevenson estuvo en Chile, Quito y en Perú , retorna a Inglaterra en 1824 y publicó allí su obra «A Historical and Descriptive Narrative of Twenty Years’ Residence in South America» («Una narración histórica y descriptiva de veinte años de residencia en Sudamérica») sobre los guisos que se preparaban en LIMA y recogió el término «CARAPULCA» para describir un preparado espeso a base de papas secas, que además llevaban nueces y garbanzos secos molidos, que al hervirse espesan, y se mezclan con carne; dice que se parece a la “lagua” (otra sopa espesa andina). Es decir, aquí la carapulca ya aparece como plato criollo de ollita, con tubérculos secos molidos + carne, distinto del “piedra caliente” de Cobo.
LA CALAPULCRA DE TERRALLA EN 1838
En su obra «Lima por dentro y fuera» de Esteban Terralla y Landa, publicada con el seudónimo “Simón Ayanque” reimpresión limeña de 1838 el narrador relata, en verso, una comida en casa de una “madamita” de Lima. Describe cómo lo sientan “en el principal asiento”, rodeado de esclavas con plumeros, y va enumerando los platos del banquete, de acuerdo a la siguiente transcripción:
[37]
«Que te ponen por primer plato
Un manjar muy estupendo,
Que es la sopa de mondongo
Que á veces viene relleno».
«Que la CALAPULCRA y lagua,
Luego despues van trayendo,
Dos manjares que parecen
Vomitaduras de perro».
«O ya la deposicion
De niño que está cursiento
Con desenfrenada bilis,
De amarillo, verde, y negro:»
Tras “la sopa de mondongo”, el texto dice que “la CALAPULCRA y lagua luego después van trayendo”. Es decir, estos aparecen como platos servidos en la mesa limeña. La referencia es abiertamente satírica porque el autor ridiculiza el aspecto de la carapulcra y de la lagua con comparaciones grotescas, calificándolas como si fueran vómitos o deposiciones. No es un juicio gastronómico serio sino burla costumbrista de mal gusto.
MANUEL ATANASIO FUENTES DESCRIBE EL PLATO EN 1860
El destacado abogado Manuel Atanasio Fuentes «El murciélago» escribió en su Guía histórico-descriptiva administrativa, judicial y de domicilio de Lima publicada en 1860, donde se detalla como un retrato costumbrista de la capital peruana, base de sus caracterizaciones sobre alimentación, picanterías y hábitos urbanos
explica las comidas peruanas de la siguiente manera:
«Otro de los guisos nacionales es el chupe, que si no ocupa la alta gerarquía (sic) de un puchero, es ciertamente mas agradable. Compónese de papas cocidas en agua ó en leche, á las cuales se agrega camarones, pescado frito, huevos, queso, manteca y sal; el chupe necesita cierto no se qué que solo sabe darle el cocinero de Lima. La CARAPULCA, el locro, la quinua atamalada, etc., son platos que forman el alimento diario de las personas no muy acomodadas».
Esta referencia es un testimonio indudable de los potajes culinarios de gran consumo especialmente por la gente del pueblo de menores recursos, pero NO DICE que la carapulca sea limeña, sino un guiso nacional.
EL DICCIONARIO DE PERUANISMOS DE 1883
El lexicógrafo peruano Pedro Paz Soldán y Unanue, en su Diccionario de peruanismos, describió a la CARAPULCA, como un plato de consumo común:
«Guisote criollo, un poco (y hasta dos muchos) ordinario. Se hace de papa seca molida, carne cocida, su punta de ají &c. Como otras muchas voces quíchuas tiene esta el privilegio de parecer castellana, y hasta latina: cara pulchra».
Esta explicación es testimonio clave de fines del siglo XIX que vincula el plato, de manera explícita, con papa seca (no papa fresca).
TRADICIONES DE PALMA Y LA REFERENCIA A LA CARAPULCRA.
Palma en su obra publicada en 1883, tercera serie, cuenta la tradición “¡A nadar, peces!” como una sátira costumbrista, entregando una historia breve que pinta usos y picardías de la Lima antigua. El protagonista es un sacerdote del convento de San Juan de Dios, apodado “padre Carapulcra”. Ese apodo no viene del plato, sino que alude a su cara picada por la viruela, un apelativo burlón típico de la época.
En la Cuarta serie de las Tradiciones peruanas, Ricardo Palma en la tradición “Hilachas. II. Agustinos y franciscanos” sitúa una riña de campanario entre agustinos y franciscanos en Lima de 1608 que escala al punto de que los porteros, “armados” con grandes llaves, reciben orden de no dejar entrar a frailes de la otra casa y están listos para “romper crismas”. Ni el virrey Juan de Mendoza y Luna, «Marqués de Montesclaros», ni el arzobispo logran apagar la bronca, que se estira por años, hasta que el 14 de julio de 1610 muere un religioso muy respetado: en el funeral, el virrey aprovecha la solemnidad para invitar a los superiores a darse un abrazo y poner fin al bochinche; la reconciliación se sella allí mismo.
Un mes después, los dominicos ofrecen el banquete de la paz, y Palma enumera con gusto costumbrista el menú: sopa teóloga, fritanga de menudillos, pavo relleno, CARAPULCRA DE CONEJO, estofado de carnero, pepián, locro de patitas, carne en adobo, pastel de choclo, entre otros. Así, en la Cuarta serie la carapulcra aparece no solo como comida popular, sino como plato de gala en una mesa de reconciliación.
¿LIMEÑA O CHINCHANA?
Históricamente, Ica con sus territorios formó parte del Departamento de Lima hasta el 25 de junio de 1855, pero el decreto de Castilla no incluyó a Chincha en la Provincia Litoral de Ica. Su incorporación expresa ocurre recién el 30 de enero de 1866, cuando al erigirse el Departamento de Ica se asignan Chincha Alta y Chincha Baja a la provincia de la Independencia (capital Pisco), quedando Chincha como territorio iqueño.
Por ello, al hablar de la carapulca en ese período, corresponde entender que los iqueños y chinchanos eran limeños en el plano administrativo hasta 1866, que se separan territorialmente al crearse el nuevo departamento de Ica. No hay motivo para polémicas, al tratarse de un acervo culinario compartido entre territorios cercanos.
VARIANTES DEL PLATO
La carapulca es una familia culinaria con variantes legítimas pero HERENCIA COMÚN entre territorios hermanos: en Chincha se prepara con papa fresca, mientras que en Lima, Pisco, Ica, Palpa y Nasca predomina la papa seca. Para evitar confusiones y educar al público, en menús, ferias y concursos conviene nombrarlas con precisión, denominándolas Carapulca chinchana (papa fresca) y Carapulca limeña (papa seca).
Gastón Acurio cuenta en su libro ¡Buenazo! publicado el 2018, que hablar de la carapulca siempre enciende pasiones porque no hay una sola, habiéndola probado a la leña en Huaral; en Lima comió una versión sulcana y otra criolla limeña difundida por Teresita Izquierdo; conoció una carapulcra maleña con garbanzos y otra muy sabrosa en Cañete y al llegar a Chincha la probó de papa fresca. Por lo tanto, debe considerarse una familia de guisos, algunos con papa seca, otros con papa fresca, con o sin garbanzo, según el lugar.
Así mismo hay variaciones en la cocción. Algunos hacen uso de la cocina industrial, como es el caso de la Lima urbana, mientras que en Chincha se hace en fogón de leña que le da otro sabor a la comida.
Ambas comparten el núcleo común del guiso criollo (aderezo, técnica, base de ají panca, color, consistencia) y expresan historias locales similares, anécdotas de antaño, y otros acompañamientos como sopa seca, tallarines, chicharrones, yucas, que se agregan al plato, según el deseo de quien lo consume. Por eso debemos reconocer que sus variantes no deben dividir a los pueblos, sino, entender que en la mistura de sabores está la preferencia de los comensales.
REFERENCIAS CONSULTADAS
Acurio, G. (2018). ¡Buenazo!. Debate.
Cerrón-Palomino, R. (2006). Carapulcra. Boletín de la Academia Peruana de la Lengua, 41(41), 149-165.
Cobo, B. (1891). Historia del Nuevo Mundo (M. Jiménez de la Espada, Ed.; Tomo II). Imp. de E. Rasco.
Fuentes, M. (1860). Guía histórico-descriptiva administrativa, judicial y de domicilio de Lima. Librería Central.
Palma, R. (1883). Tradiciones Peruanas. Imprenta del Universo, de Carlos Prince.
Paz Soldán, P. (1883). Diccionario de peruanismos: Ensayo filológico. Imprenta de J. Francisco Solís.
Tarazona, J. (1968). Demarcación política del Perú: Recopilación de leyes y decretos (1821–1967) (2.ª ed., Vol. 2). Ministerio de Hacienda y Comercio, Dirección Nacional de Estadística y Censos.
Terralla, E. [Simón Ayanque]. (1838). Lima por dentro y fuera: En consejos económicos, saludables, políticos y morales que da un amigo a otro con motivo de querer dejar la ciudad de México por pasar a la de Lima. Obra jocosa y divertida. Reimpresión limeña Don Tadeo López.
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Cultura

CRONOLOGÍA DE LA MUERTE DE SANTA ROSA DE LIMA

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Por Mg. Genaro Chanco Mendoza

La muerte de Santa Rosa de Lima, ocurrida el 24 de agosto de 1617, constituye un acontecimiento cargado de significado religioso y espiritual, marcado por una serie de eventos que reflejan tanto su intenso sufrimiento físico como su profunda devoción.

La cronología de sus últimos días no solo revela la gravedad de sus padecimientos, sino también su actitud serena y resignada ante la muerte, la cual enfrentó con una notable fortaleza espiritual. A lo largo de su enfermedad, Santa Rosa experimentó síntomas que se agravaron progresivamente, culminando en un deceso en las primeras horas de esa imborrable fecha. A continuación, se presenta una cronología detallada de los días finales de Santa Rosa:

1) ESTADO PREVIO A LA ENFERMEDAD TERMINAL

AÑO 1612

La salud de Santa Rosa comenzó a deteriorarse. Fray Juan de Lorenzana, su confesor, notó su agotamiento creciente y gestionó su mudanza a la casa del contador Gonzalo de la Maza para que estuviera mejor atendida en cuanto a cuidados y alimentación.

Dolores recurrentes

A lo largo de su vida, Santa Rosa sufrió de dolores de cabeza (cefaleas) que se intensificaron en su enfermedad terminal. Además, padecía de dolor de ijada.

De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia de la Lengua española, “Ijada” procede del latín ilia, voz que alude a los “ijares” o al “bajo vientre”. En anatomía, este término designa cada una de las dos depresiones situadas a ambos lados del tronco, entre las costillas inferiores (llamadas “falsas”) y los huesos de la cadera; dicho de otro modo, la región del flanco.

En el castellano clásico la expresión “mal de ijada” designaba un dolor localizado en ese costado. En tratados médico-históricos peninsulares, ese “mal de costado” se identifica con la pleuresía o inflamación de la pleura, típica por su dolor punzante acompañado de fiebre, y que en no pocos casos podía tener origen tuberculoso.

 

Sangrado

«Rosa, en su última enfermedad, tuvo ‘dolor en ambos costados […] y echaba sangre por la boca’.» La expulsión de sangre por la boca que transmiten compendios devocionales es compatible con hemoptisis (sangre espumosa/rojiza al toser), signo clásico de tuberculosis avanzada; clínicamente se distingue de hematemesis (vómito “en posos de café” o rojo oscuro con náuseas), típica de sangrado digestivo alto.

Este precedente, marca claramente el punto inicial de una enfermedad crónica que entró en fase de descompensación progresiva y en el contexto epidemiológico de la Lima colonial, la etiología tuberculosa es la hipótesis más verosímil.

2) SÍNTOMAS EN AGOSTO DE 1617

Domingo 6 de agosto de 1617

Rosa amaneció paralizada de medio cuerpo con fiebre alta, lo que marcó el inicio de su estado terminal. Los médicos le prohibieron beber agua, agravando su sufrimiento.

Jueves 17 de agosto de 1617

Rosa experimentó un fuerte dolor de costado que agravó su dolencia, junto con fiebre alta y ansias mortales.

Lunes 21 de agosto de 1617

Se encontraba ya en estado muy grave, y durante este día continuó con dolores intensos. Su confesor la visitó repetidamente, y Rosa le describió sus dolores como «dolores como de infierno«, indicando un estado de sufrimiento extremo.

Miércoles 23 de agosto de 1617

Rosa anunció que la muerte estaba cerca. Pasó el día en un estado de calma espiritual, bendiciendo a las personas presentes y mostrando una serenidad notable.

Estos signos y síntomas evidenciaron un empeoramiento sostenido que, de manera esperable, habría progresado con episodios de dolor torácico, nuevos sangrados, mayor caquexia e insuficiencia respiratoria o sobreinfecciones hasta el muy próximo desenlace terminal.

3) MUERTE

Jueves  24 de agosto de 1617

Rosa pidió que le quitaran las almohadas para reposar directamente en la madera de la cama. Poco después, sufrió un paro cardíaco, exclamando «¡Jesús sea conmigo!» antes de expirar. Falleció a las 00:30 del jueves 24 de agosto de 1617.

Post-Mortem

Tras su muerte, su rostro permaneció con serenidad, con los ojos entreabiertos y una ligera sonrisa en su boca. Luego de la confirmación de su fallecimiento, su cuerpo fue preparado para el sepelio conforme a sus deseos.

Santa Rosa al fallecer expresó su deseo de unirse a su «Divino esposo,» en clara referencia a su profunda fe y la serenidad con la que enfrentó la muerte.

El «Divino esposo» es una referencia a Jesucristo; ella utilizaba este término para expresar su profunda devoción y amor espiritual hacia Cristo, a quien consideraba su esposo en un sentido místico y religioso.

4) LA FESTIVIDAD ACTUAL

Este día marca el momento culminante de su vida espiritual y su transición al encuentro con Dios, que es precisamente lo que se busca honrar en una festividad religiosa. En conformidad con calendario romano del Vaticano bajo el epígrafe “30 S. Rosae Limanae”, el 30 de agosto ha sido designado como fiesta nacional en varios países, incluido Perú, para celebrar su vida y obra, dado que el día 24 de agosto estaba ocupado por la fiesta del apóstol San Bartolomé (24 S. Bartholomaei).

DOCUMENTOS CONSULTADOS

Bermúdez, J. M. (1827). Vida de la gloriosa Virgen Dominicana Santa Rosa de Santa.

Del Busto, J. A. (2020). Santa Rosa de Lima.

Mayo Clinic. (2023). Pleuresía – Síntomas y causas. URL: https://www.mayoclinic.org/es/diseases-conditions/pleurisy/symptoms-causes/syc-20351863?

Real Academia Española. (2025). Diccionario de la lengua española (23.ª ed., versión 23.8). URL: https://dle.rae.es/ijada

Sacra Congregatio Rituum. (1969). Calendarium Romanum: Ex decreto Sacrosancti Oecumenici Concilii Vaticani II instauratum, auctoritate Pauli PP. VI promulgatum (Editio typica).

Vargas, R. (2011). La flor de Lima Santa Rosa.

 

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